lunes, 16 de agosto de 2010

Fragmento de la saga "Historias de Terramar lV - Tehanu" de Ursula Le Guin



Cuando Segoy sacó del mar las islas del mundo al comienzo de los tiempos, los dragones fueron los primeros seres nacidos de la tierra y del viento que soplaba sobre la tierra. Eso dice la Canción de la Creación. Pero su canto también decía que en ese entonces, en un comienzo, los dragones y los hombres eran una sola cosa. Eran un solo pueblo, una raza, seres alados que hablaban la Lengua Verdadera.
Eran hermosos, y fuertes, y sabios, y libres.
Pero con el tiempo nada puede ser sin devenir. Entonces algunos de los del pueblo de dragones se aficionaron más y más al vuelo y a lo primitivo, y empezaron a relacionarse cada vez menos con el quehacer, o con el estudio y el aprendizaje, o con las casas y las ciudades. Sólo querían volar cada vez más lejos, cazando y comiéndose sus presas, ignorantes y despreocupados, ansiosos de más y más libertad.
Otros seres del pueblo de dragones empezaron a interesarse menos por el vuelo y en cambio comenzaron a acumular tesoros, riquezas, objetos, conocimientos. Construyeron casas, fortalezas para guardar sus tesoros, para así poder legarles a sus hijos todo lo que habían adquirido, tratando sin cesar de poseer más y más. Y llegaron a temer a los seres salvajes, que podían llegar volando y destruir todos sus preciados tesoros, consumirlos en un estadillo de llamas por simple desdén y crueldad.
Los salvajes no se atemorizaban ante nada. No aprendían nada. Como eran ignorantes e intrépidos, no podían ponerse a resguardo cuando los que no volaban los atrapaban como animales y les daban muerte. Pero otros seres salvajes llegaban volando y prendían fuego a las hermosas casas, y destruían y asesinaban. Los más fuertes, salvajes o sabios, eran ios que daban muerte antes a los otros.
Los más temerosos se ocultaban para no participar en la lucha y cuando ya no había donde ocultarse, escapaban. Recurrían a su destreza para fabricar cosas y construían barcas y se marchaban hacia el este, alejándose de las islas occidentales donde los enormes seres alados embestían entre las torres destruidas.
Entonces, los que habían sido dragones y seres humanos a la vez se transformaron, convirtiéndose en dos pueblos: los dragones, siempre menos numerosos y más primitivos, dispersos por su codicia y su cólera infinitas e insensatas, en las lejanas islas del Confín del Poniente; y los seres humanos, multiplicándose sin cesar en sus opulentos pueblos y ciudades, ocupando las Islas Interiores, y todo el sur y el este. Pero algunos de ellos conservaron el saber de los dragones —la Lengua Verdadera de la Creación— y ésos son ahora los hechiceros.
Pero, como dice la canción, entre nosotros también hay algunos que saben que antaño fueron dragones, y entre los dragones hay algunos que saben de su parentesco con nosotros. Y éstos dicen que cuando el pueblo único se convirtió en dos pueblos, algunos de ellos, que aún eran seres humanos y dragones, que aún tenían alas, no se marcharon hacia el este sino hacia el oeste, por sobre el Mar Abierto, hasta llegar al otro lado del mundo. Allí viven en paz, como enormes seres alados a la vez salvajes y sabios, con mente humana y corazón de dragón. Y entonces la mujer cantó:
"Más al oeste que el oeste
más allá de la tierra
mi pueblo danza
en el otro viento."

miércoles, 4 de agosto de 2010

Extracto de La rueda del tiempo 13 (10 versión vieja): "El cuenco de los vientos", de Robert Jordan

Para Perrin, con su agudeza visual, la luz de la luna era casi tan intensa como la del sol, pero en ese momento habría deseado que lo envolviera la más profunda oscuridad. Rand tenía el rostro crispado y demacrado; era el semblante de un hombre que tiene ganas de gritar o tal vez de romper a llorar y que se está conteniendo con todas sus fuerzas. Fuera cual fuera el truco que las Aes Sedai utilizaban para que el calor no las afectara, Rand y los Asha'man también lo conocían, pero su amigo no lo estaba usando en ese momento. La temperatura nocturna habría sido la normal de un día de verano caluroso, y el sudor le corría a Rand por la cara tanto como a Perrin.
A pesar de que Perrin había hecho ruido al pisar la hierba reseca, Rand no miró hacia atrás; no obstante, habló con voz enronquecida, sin dejar de mecerse:
—Ciento cincuenta y una, Perrin. Ciento cincuenta y una Doncellas han muerto hoy. Por mí. Se lo prometí, ¿comprendes? ¡No discutas conmigo! ¡Cállate! ¡Vete! —A pesar de transpirar profusamente, Rand tembló—. No es a ti, Perrin. No es a ti. Tengo que mantener mis promesas, ¿entiendes? He de hacerlo, por mucho que me duela. Pero también debo mantener la promesa que me hice a mí mismo. Por mucho que duela.
Perrin trató de no pensar en la suerte que aguardaba a los hombres capaces de encauzar. Los afortunados morían antes de volverse locos; los que no tenían suerte, morían después. Tanto si Rand se encontraba entre los primeros o los segundos, todo dependía de él. Todo.

lunes, 2 de agosto de 2010

El mejor amigo del hombre


El mejor amigo que un hombre pueda tener, podrá volverse en su contra y convertirse en su enemigo. Su propio hijo o hija, a quienes crió con amor y atenciones infinitas, pueden demostrarle ingratitud. Aquellos que están mas cerca de nuestro corazón, aquellos a quienes confiamos nuestra felicidad y buen nombre, pueden convertirse en traidores.El dinero que un hombre pueda tener también podrá perderlo, se volará en el momento que más lo necesite.
La reputación de un hombre quedará sacrificada por un momento de locura o debilidad. Las personas están dispuestas a caer de rodillas para honrar nuestros éxitos, serán los que arrojen la primera piedra, cuando el fracaso coloque nubes sobre nuestro porvenir.
El único, absoluto y mejor amigo que tiene el hombre en este mundo egoísta, el único que no lo va a traicionar o negar, es su PERRO. Caballeros del jurado, el perro de un hombre está a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Dormirá en el frío piso donde sopla el viento y cae la nieve, sólo para estar junto a su amo. Besará la mano que no tenga comida para ofrecerle, lamerá las heridas y amarguras que produce el enfrentamiento con el áspero mundo. Si la desgracia deja a su amo sin hogar y amigos, el confiado perro solo pide el privilegio de acompañar a su amo para defenderlo contra todos sus enemigos. Y cuando llega el último acto, y la muerte hace su aparición y el cuerpo es enterrado en la fría tierra, no importa que todos los amigos hayan partido. Allí junto a la tumba, se quedará el noble animal, su cabeza entre sus patas, los ojos tristes pero abiertos y alertas, noble y sincero, mas allá de la muerte.



La imagen es de mi perro Roy, quién fue mi fiel compañero durante 13 años y cumplió cada una de las cosas expuestas en este texto. Ya que quieren matar tantos perros en Neuquen comparto esto para que podamos decir un gran No, y que la única especie racional de este planeta use ese don divino para de una vez por todas no hacer daño a sus seres cercanos.